Textos
El Farol de las Nieves
En la carrera 9, entre calle 24 y 25 (Antigua carrera 3)
El nombre de la Calle del Farol de las Nieves desde el tiempo de la colonia fue un punto de ubicación para los tunjanos. Su nombre se deriva a partir de la construcción arquitectónica de la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves (Gómez & Munar, 2003, p. 6, 10, 15)[1], y según algunos habitantes del sector, dan como justificación, los siete faroles que fueron situados a lo largo de la pared de la iglesia que alberga el actual Colegio Salesiano Maldonado de Tunja.
La Parroquia Nuestra Señora de las Nieves es una de las más antiguas, divide la ciudad en el año 1622, es considerada como el templo del “Señor de la Columna”. La obra fue dirigida por el P. Rodrigo A. Díaz, el P. Juan Bonilla y el maestro Bernardo Manrique; gracias a la limosna de los habitantes y el trabajo duro de los alumnos es posible celebrar la misa católica. Después de cuatro años se pudo observar el resultado final. El 30 de abril de 1924, se plantea la construcción del colegio, se aprueba e inicia la obra salesiana de Tunja.
Ahora bien, al observar la figura 2, se evidencia que a lo largo del templo no estaban instalados los faroles, lo que lleva a deducir que el nombre del “Farol de las Nieves” fue después de la reconstrucción del templo, y probablemente en aquella época, la calle fue identificada solo con el nombre de la parroquia “Nuestra Señora de las Nieves” (Wiesner Gracia, 1991, p. 24)[1].
Esta calle, desde el tiempo de la colonia, es una de las más importantes y transitada por los tunjanos, puesto que comunica a la Catedral y Plaza de Bolívar. Se referían a esta calle por el nombre del templo, por tanto, desde la construcción (1622), es considerada una las iglesias más relevantes de la ciudad. Teniendo en cuenta el mapa de Vicenta Cortes, sobre el Centro Histórico se ubica la Calle del Farol de las Nieves:
La calle del Farol de las Nieves, además de ser conocida por su bella arquitectura, encierra otro punto de vista, una de las leyendas más importantes de la ciudad, contada por sus habitantes. Algunos la denominan “El fantasma del Farol de las Nieves”, mientras que otros: “La emparedada”. Cuenta la leyenda que una joven de la alta alcurnia, decide escapase de su casa para consumir matrimonio con su enamorado, quien era bajos recursos. Sin embargo, el padre de la doncella llega a la iglesia, mata al joven. Con una mano toma a su hija del cabello y la lleva arrastras, mientras que, con la otra, cogía una antorcha que hacía de farol, iluminando el camino de vuelta a casa. Una vez llegan, como castigo y causa de su muerte, él toma unos ladrillos y la empareda.



Calle de San Francisco
En la Carrera 10, entre las calles 22 y 23 (Antigua carrera 4)
La Calle de San Francisco es denominada de tal manera, porque en frente de la calle se ubica el templo de San Francisco, a dos cuadras de la Plaza Mayor hacia el noroeste. Después de la construcción de la Catedral, siguió la de los Franciscanos, quienes en 1550 empezaron su casa y templo bajo la advocación de Santa María Magdalena (Corradine Mora, 2009, p. 39). Para 1572 la construcción era más firme (ABH, 1989, p. 150).
Es claro que, esta arquitectura con ínfulas españolas, abre las puertas a la Comunidad Franciscana, sin embargo, son expulsados, dando cabida a que el claustro fuera un cuartel del Batallón Bolívar, lo cual se evidencia en fotografías. Luego pasó a ser sede de la Escuela Normal de las Señoritas de Tunja (Zipa & Álvarez, s.f.) y “en los años setenta se demolió gran parte del antiguo Convento para construir el actual edificio del Hotel Hunza” (Medina Roa, 2016, p. 82).
Esta calle es una de las más importantes por los cambios presenciados durante la historia, no obstante tuvo mayor reconocimiento durante el Reino de Granada, ya que fue considerado el centro de evangelización en el siglo XVI, tanto de Tunja “como en las doctrinas de Sogamoso, Iza, Socotá, Tota, Monguí, Toca, Firavitoba, Cuítiva, y Motavita” (Zipa & Álvarez, s.f.).
Algunos templos de la ciudad tienen una historia o leyenda oculta, y la iglesia de San Francisco no es la excepción. Transeúntes e historiadores cuentan sobre el perro guardián que asustaba en la madrugada a aquellos que se encontraban por malos caminos del exceso del licor: “El perro de San Francisco”, entre otras historias.


Calle de San Ignacio
Carrera 10, entre calle 18 y 19 (Antigua carrera 4)
La calle de San Ignacio da apertura a la llegada de la comunidad Jesuita en Tunja. Esta calle hace parte de aquellas que se caracterizan por la construcción de un templo religioso, con una cuadra de distancia. Es uno de los más cercanos a la plaza principal, al estar tan cerca del eje central de la ciudad, sus habitantes tiempo atrás la tomaron como punto referente o encuentro ciudadano.
Precisamente “el día 15 de abril de 1611 los jesuitas de Tunja tomaron posesión de la casa adquirida por compra al capitán Francisco de Avendaño para la formalización de su primera residencia. Con la información obtenida en las cartas annuas de los años 1611-1612, el provincial P. Gonzalo de Lyra registró que en la nueva casa de los jesuitas, se aderezó en uno de los aposentos un altar donde después se celebró la primera misa, con la posibilidad de eliminar el entrepiso de este aposento para ganar más espacio con la doble altura que ofrecía la vivienda por ser “casa alta” (González Mora, 2009).
Esta sería de las primeras casas de tierra, piedra, cubiertas de teja (Cano Busquets, 2010). Entre los años 1619-1621 comienza la demolición de los muros de tierra y cubierta de la parte central del tramo occidental de la casa-colegio, de igual modo se adelanta las paredes que hacen parte de la capilla mayor (González Mora, 2009). Esta calle no era solo transitada por la comunidad religiosa, sino por los mismos jóvenes que se formaban en el actual Colegio de Boyacá, uno de los más antiguos de la capital, fundado en 1822 por el General Francisco de Paula Santander.


Calle Real
Calle 20, entre carrera 12 y 13 (Antigua Calle 7)
Existen archivos fotográficos que registran la venta del tradicional mercado que se desarrolló en la plaza principal, durante ciento cuarenta y cinco años ante de llegar al actual centro comercial Plaza Real.
En 1923 es trasladada a la actual plaza, un poco antes de 1939 el mercado vuelve a la Plaza de Bolívar, debido a la necesidad de realizar mejoras arquitectónicas a la conocida Plaza Real. En el cuarto centenario de la fundación de Tunja, a partir de agosto de 1939 se lleva a cabo sin impedimento el comercio en las nuevas instalaciones de la Plaza Real (Correa C., 1948, p. 270).
La calle de la Plaza Real no está catalogada como una de las más antiguas, sin embargo, nace la idea de la construcción de una plaza específicamente para la venta del mercado, evitando el desorden que se generaba en la antigua Plaza Mayor de Tunja. En ella se ejecutaba desde el comercio de alimentos la canasta familiar, comida tradicional, textiles, ropa, entre otros, ubicados por dentro (pabellones) y fuera de la Plaza Real.
A partir del desarrollo de la plaza de abastos en la antigua calle 7ª, la población la bautizó como “Calle de la Plaza Real”, por ello en el año 1778 el Decreto municipal instituyó los viernes como día de mercado:
Don Manuel Antonio Flórez, Maldonado, Martínez y Bodquín, Comendador de Lópera en la Orden de Calatrava Teniente de Real Armada, Virrey, Gobernador y Capitán General de este Nuevo Reino de Granada y Provincias de tierra firme, Presidencia en la Audiencia y Ghancillería Real […]
Representación. – Exmo. Señor. Consistiendo la conservación y aumento de las provincias y lugares en el establecimiento y fomento del Comercio como que es propiamente el Alma de la república; y deseando en desempeño de mi obligación proporcionar los medios más útiles para el alivio de los vecinos de la Provincia de Tunja; he conceptuado por uno de los más útiles a la causa pública, el que varios Mercados que se celebran semanalmente en aquella jurisdicción impidiéndose unos a otros, por hacerse algunos en un mismo día, se determinen y pongan cada uno en un día señalado, de modo, que en la parroqui de Santa Roza sea en el día Lunes; El de Sogamoso en Martes; El de Paypa el Miércoles; el de Ramiriquí en Jueves; El de la Ciudad de Tunja el Viernes; Y el de la Villa de Leyba el Sábado[…] (Correa C., 1948, p. 268).
La Plaza Real, dejó de ser un antiguo sector donde se reunían campesinos y comerciantes a ofrecer sus productos, según el “Plan Piloto de Tunja 1958 -1985 menciona que la construcción era “insuficiente para albergar el movimiento que a la plaza se le exige; el mercado se desborda sobre los terrenos adyacentes, por las calles y por los pasadizos existentes entre los seis (6) pabellones construidos. No existiendo pavimento, en épocas de invierno se forman peligrosos lodazales” (Mejía, Garcés & Mendoza, s.f., p. 43). Por tanto, se crean la plaza de mercado del sur y norte, y solo en la memoria de los tunjanos queda el recuerdo de la calle transitada por automóviles y vendedores ambulantes.


Calle de los Balcones
Carera 10, entre calle 19 y 20 (Antigua carrera 4)
La Calle de los Balcones es bautizada de tal manera por su inmueble arquitectónico, es una de las características físicas del lugar más predominantes, hechos en madera, frente a estos se puede presenciar, la Plaza de Bolívar y su catedral.
El balcón hace parte de las casas emblemáticas tunjanas desde el siglo XVI, sin embargo, estos no tuvieron mayor relevancia, ya que a diferencia de los que se presencian en la calle mencionada, estos no cruzaban las ventanas. El balcón tuvo sus transformaciones, primero individual y luego más amplio hasta llegar al conocido balcón corrido propio del siglo XVIII (Corradine Angulo, 1990, p. 45).
Dentro de la arquitectura para la colonia española, los balcones eran importante para dirigirse a un público, en el caso de aquellos políticos que se dirigían al pueblo, además de ser parte de la arquitectura que permite observar el panorama, poniéndolo en el contexto del balcón corrido más largo de la ciudad, permitía presenciar los eventos que se llevaban a cabo en la Plaza de Bolívar.
En el tiempo de la colonia quienes vivían más cerca a la plaza principal de la ciudad, eran aquellos que se consideraban personas de un alto estatus social, con propiedades. Según Magdalena Corradine en su libro “Vecinos y Moradores de Tunja 1620-1623”. En el mapa de 1623, la calle decoradora por sus balcones, se dividía en tres casonas, registrada la primera por Miguel Holguín en la esquina costado sur, cerca al actual colegio de Boyacá; en medio, Don Jerónimo de Carvajal, la actual casa destinada como la “Secretaría de Cultura y Turismo, y la del Maestre Diego de Oliva, quien ocupa la del balcón corrido en la esquina, diagonal a la Gobernación de Boyacá (Corradine Mora, 2009, p. 53).
Por otro lado, uno de los acontecimientos que influyó en el manejo de la información de la ciudad, fue la creación de uno de los periódicos más importantes en la historia de la capital, el cual estaba situado en la actual “Secretaria de Cultura y Turismo”, centralizada en la Calle del Balcón. Al lado de su entrada colonial se ubica una placa que dice: “Aquí vivió Enrique Santos Montejo (Calibán) dirigiendo su periódico “La Linterna” de 1910-1919 para la gloria del periodismo boyacense y del Partido Liberal Colombiano, centenario de su nacimiento 1886-1986 (Cacua Prada, 1968, p. 193).

Calle del Escribano Don Juan de Vargas
Calle 20, entre carrera 8 y 9 (Antigua calle 7)
En medio de la arquitectura de la época colonial presente en esta calle, se distingue con facilidad, gracias a sus dimensiones, escudo y entrada amplia, la casa de Juan de Vargas; de ahí que las personas se acostumbraran a identificarla como la “Calle del Escribano”.
Antiguamente, cuando no existía templos o característica que representara la calle, las personas optaban por bautizarla con el nombre de la persona de alto estatus social o cargo importante para la ciudad, en este caso, el Escribano Don Juan de Vargas, además de ser una de las calles más importantes por su cercanía a la Plaza de Bolívar. En esta calle son pocas las casas que han sido renovadas, en la mayoría se conserva la fachada colonial y paredes pañetadas.
Juan de Vargas nace en el año 1530, hijo de Diego de Vargas y Catalina Baeza; vino con su padre al Nuevo Reino de Granada en 1564 (Rojas, 1989, p. 164), tomó parte de la tarea de someter a los chibchas y se asentó en la ciudad, en donde se casó con María de Gama (Cortés Alondo, 1985, p. 23). Una vez muere su padre, decide continuar con el oficio que adjudicaba a Diego de Vargas, comprando para el año de 1585 el título de Escribano del Rey por una suma de $8000 de oro de 20 kilates (Rojas, 1989, p. 167).
Desde entonces hasta el día de su muerte, con 90 años de edad, Juan de Vargas fue conocido como el “Escribano”[1] de la ciudad. El 23 de octubre de 1620 pasa al cargo Diego Martínez de Ponte, no obstante, un año después Alonso, hijo de Don Juan de Vargas se posiciona, y el 16 de
mayo de 1649 renuncia en favor de su hijo legitimo Don Juan Delgado de Vargas Matajudíos (Rojas, 1989, p. 168-170).
Por tanto, al ser un hombre representativo en la época colonial la calle que lleva su nombre, se clasifica como una de las diez más importantes, además de ser una familia que dejó como herencia (hasta su existencia) de generación en generación el cargo de “Escribano de la ciudad”.


Calle de Don Juan de Castellanos
Calle de Don Juan de Castellanos
Calle 19, entre carrera 8 y 9 (Antigua calle 6)
En la “Calle de Juan de Castellanos” se sitúa la casa en la cual habitó este personaje, importante por contribuir en el ámbito religioso, arquitectónico y literario de la ciudad en el tiempo de la colonia. Según la descripción de una de las placas ubicadas al lado de la hidalga catedral “Santiago de Tunja”: “JOAN DE CASTELLANOS, ilustre conquistador, cronista- poeta, cura de Tunja. Alanís 1522- Tunja 1606…”.
La casa pertenecía al conquistador Domingo de Aguirre (Correa C., 1989, p. 50)[1], la cual en 1564 es dispuesta como capellanía a la catedral, y pasa a vivir el cura Juan de Castellanos. Se dice que ahí escribió gran parte de sus crónicas, ya que hasta el día de su muerte vivió en esta morada; dentro de sus escritos sobresalientes se encuentran, “Elegías de varones ilustres de Indias y Conquista del Nuevo Reino de Granada” (Ayala Poveda, 1984, p. 21).
Al vivir Don Juan de Castellanos algunos transeúntes ven la posibilidad que, en el tiempo de la colonia, el cura pasaba por la calle para ir a su vivienda finalizando el día, y era quien presidía la eucaristía, además de tener reconocimiento en la historia de la construcción de la actual Catedral de Tunja, no obstante, existe una controversia entre algunos historiadores sobre el lugar donde vivió Don Juan de Castellanos.


Calle del Árbol
Carrera 9, entre calle 18 y 19 (Antigua carrera 3)
En la “Calle del Árbol” existen dos versiones. La primera en donde algunos habitantes y transeúntes del lugar divagan en la teoría que antiguamente existió un bosque o árbol importante en el lugar, y la segunda, relatada en textos y confirmada por historiadores boyacenses, la cual especifica la existencia de un árbol durante la época colonial, en el cual fue ahorcada Doña Inés de Hinojosa.
La calle del Árbol está ubicada a una cuadra de la Plaza de Bolívar, la mayoría de sus casas se han conservado y a algunas les han hecho cambios, como es el caso de la antigua Casa de Doña Inés Hinojosa, en la 9 #17-96, donde restauraron la puerta original. El patio de la misma actualmente es un parqueadero. En otros casos la arquitectura no ha aguantado los años y han sido derribadas para reconstruir en el mismo lugar.
En el presente trabajo, capítulo 2, indicador 2.8 (Calle del Árbol), se encuentran los testimonios de habitantes de la calle del árbol que cuentan la historia de Doña Inés de Hinojosa y algunos de los cambios arquitectónicos a través del tiempo, no obstante, basado en libros, la historia cuenta que doña Inés de Hinojosa, venezolana, natal de Barquisimeto, era una mujer caracterizada por su belleza, vivía en Carora con su esposo don Pedro de Ávila. A la ciudad llega Jorge Voto, maestro de baile y música, quien se convierte en el amante de doña Inés, y tiempo después el autor principal del asesinato de Pedro de Ávila.
Inés finge el sufrimiento de la muerte de su esposo, y decide irse a vivir a la ciudad más importante de la Nueva Granada (Tunja), en compañía de su sobrina Juana, con el fin de vivir en con Jorge Voto, su futuro esposo.
A la vida de los casados, llega Pedro Bravo de Guzmán, encomendero de Chivatá, prometido de Juana, y segundo ‘amorío’ de doña Inés. Una noche, después de la cena que Inés había programado a su sobrina, Bravo de Guzmán invitó al esposo de su amante, a visitar unas damas que deseaban conocerlo, sin embargo, al no encontrarlas se dirigieron a un riachuelo, y ahí, Pedro Hernán Bravo de Rivera (su hermano) y Pedro Hungría, sacristán de la iglesia, disfrazados en sábanas, dieron muerte a Jorge Voto.
La muerte de su segundo esposo fue anunciada y de igual forma, en medio del llanto, aquella mujer infiel se victimizaba. Era 1571 cuando el presidente, don Andrés Díaz Venero de Layva, viaja Tunja, y en medio de la eucaristía capturan a doña Inés de Hinojosa, junto con el sacristán Pedro de Hungría y Pedro Bravo Guzmán. La sentencia de Hinojosa, consistió en que fuera ahorcada en el árbol que había frente a su casa, mientras que los hombres fueron degollados y confiscados sus bienes (Salamanca Uribe, 2012; Reyes Manosalva, 2009, p. 50-52).
A partir de éste acontecimiento es bautizada la “Calle del Árbol”. Cuenta la leyenda que, a altas horas de la noche, el espectro de doña Inés de Hinojosa se visualiza en el árbol que fue colgada, acompañada de los aullidos del perro negro que perteneció a Jorge Voto, aullidos que el animal generó debajo de la ahorcada el día de su muerte (Salamanca Uribe, 2012; Reyes Manosalva, 2009, p. 45).
Esta historia al ser basada en hechos reales, genera que sea una de las más recordadas por los ciudadanos, y encierra dos características: las calles que se clasifican por una leyenda y, al mismo tiempo, el inmueble arquitectónico que hace más verídica aquella narración contada por muchos tunjanos desde años atrás.


Calle del la Carnicería
Calle 18, entre carrera 9 y 10 (Antigua calle 5)
La “Calle de la Carnicería” en su nombre explica la razón por la cual fue nombrada de esta forma. Preguntando a algunos de los habitantes e historiadores de la ciudad, consideran que tiempo atrás hubo la posible venta de este producto, y es que con la llegada de los españoles aparece la ganadería en el Nuevo Reino de Granada.
Los conquistadores se aplicaron al beneficio de sus tierras e indios. Una parte de la tierra la dedicaron a la cría de ganados, pues desde el primer momento aparecen concesiones de labores para estancias de ganado. Las especies importantes de España se adaptaron bien en Boyacá, y la Relación dice que “los ganados que se crían en esta tierra son vacas, yeguas, ovejas, cabras, puercos, asnos, mulas; en unas partes uno y otras otro y en algunas todo (Cortes Alonso, 1985, p. 45).
La carne era unos de los productos más apetecibles, no siempre consumible por la mayoría de la población tunjana, ya que era uno de los más costosos dentro de la canasta familiar. Según su calidad era clasificada: “el precio de la carne lo establecía el Cabildo, no obstante, su costo era alto y sólo la consumía la clase adinerada. Sin embargo, se podía conseguir, aparte del lomo y la lengua, las patas, la cabeza, el tuétano, las criadillas, los sesos, el hígado y la sangre de la res que era más barata y del gusto tanto de los indios como de los españoles” (Restrepo Manrique, 2011).
La Calle de la Carnicería limita con la calle del árbol, siendo una de las más transitadas por automóviles, buses y caminantes que van hacia la Plaza principal. Es una de las calles que tiene algunos establecimientos antiguos, sin embargo, la mayoría abarca la arquitectura moderna.

Calle Real
Calle 19, entre carrera 10 y 11 (Antigua calle 6)
La Calle Real es la más conocida por la población tunjana, aún algunos conservan la tradición de llamarla como fue bautizada. Es la calle más emblemática desde la época de colonial, centralizada y una de las que posee mayor longitud:
La plaza principal era el modelo de la ciudad. De ella partía la más importante de las calles, la Calle Real, que lindaba con la catedral y subía hacia el Alto de San Lázaro (Cortes Alonsi, 1985, 6).
Esta calle desde el tiempo de la colonia fue llamada de Real en honor a la realeza. La colonia española tomaba las decisiones, leyes y modificaciones arquitectónicas de la ciudad, es así como por años las personas se ubicaban con dicho nombre.
En la colonia quienes vivieran más cerca de la Catedral o Plaza Mayor de la ciudad, eran personajes de alta alcurnia o quienes poseían dinero o propiedades suficientes para vivir en medio de gobernantes españoles. Si observamos el censo de la época de la colonia, en la calle Real, según Vicenta Cortés, en 1610 se encuentra un encomendero, el citado Capitán Patiño de Haro, mientras que Magdalena Corradine, menciona a familias acompañadas de esclavos e indígenas. También dentro del registro identifica a Luis Pérez, oficial de sombrero, además del Padre Baltazar Araes, Cristóbal de Rojas y Domingo González, ambos dedicados a ser tratantes (persona que se dedicaba a la comercialización de esclavos) de la calle Real, entre otros.

